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Y salí a caminar...



Le dije a mi esposa cuando vine de trabajar, ‘…esta tarde empiezo a salir a caminar...’, ella respondió, descreída ”see, see..”. No era para menos, hace meses que vengo anunciándolo y aún no había podido cumplir con ese propósito; esta tarde lo hice, finalmente.

Saliendo desde el portón de mi casa, puse la alarma en treinta minutos para pegar la vuelta. Iba a caminar una hora, de las casi tres semanales que me pidió la nutricionista, allá por Junio del año pasado.

Salí a un ritmo firme que pude mantener hasta el regreso casi, salvo esos momentos donde paré unos segundos para tomar algunas fotos para el blog. La tarde conspiró para el disfrute por Avenida de las Instrucciones, la música que iba escuchando tomaba lugar en el ranking de mi cabeza, buscando el mejor lugar para destacar en este relato.

La primera canción que soltó la reproducción aleatoria, fue ‘Pájaros de barro’ de Manolo García; en su clásica introducción de guitarras y palmas estaba ya inmerso, cuando  la primera estrofa pegó fuerte como para tenerla en cuenta: “Por si el tiempo me arrastra a playas desiertas/hoy cierro yo el libro de las horas muertas/hago pájaros de barro (…) y los hecho a volar”… excelente, dije, no más horas de sedentarismo, motivador el arranque de la caminata.

Ahí venía yo, promediando una subida y sin querer perderme nada del trayecto; algunas personas me saludaron al pasar y entre otras cosas me entretuve viendo un chacrero en su tractor encanterando los cuadros de su quinta, algo que removió el recuerdo en aquellos días en Jabes.

En ese trance andaba, cuando la segunda canción puntuó alto también, sonando estaba ‘Diseño de interiores’ de Fernando Cabrera, alguien a quien tuve el gusto de ver y de entrevistar en mis tiempos de comunicación y radio. “Necesito renovar mi interior, dibujarse es vivir/el presente es un proyecto anterior, se agotó por ahí”… dice el trovador y me pega en el pecho como para lograr mi atención hacia la renovada obra que Dios viene realizando en mi vida.

Ese nuevo diseño de interiores, donde nunca deja de sorprenderme el Diseñador; ese proyecto anterior que quedó por ahí, tal vez dejando lo mejor, si es que hubo algo mejor. Dibujarse es vivir, termina Cabrera con la estrofa; una renovación constante imposible de medir si es que queremos entender cómo y de qué forma sucede, pero que impacta y regala esperanza, glorificando así la inmensa tarea del Creador que se manifiesta de manera muy sencilla en hombres y mujeres, tan solo por medio de la fe.

En la cima del segundo repecho suena la alarma, diciéndome que hay que volver. Me quedé en las reflexiones y en querer capturarlas todas a la vez para este relato, no recuerdo si lo logré. En el regreso me crucé con otros caminadores como yo y con algunas personas corriendo; como estaba llegando motivado, intenté verme haciendo esto último en poco tiempo, pero ni rastros de mí en la visión.

Dicen los que saben, que los músculos tienen memoria y se regeneran; cuando hacía deporte -hace más de treinta años- y corría casi todos los días por la rambla de mi querida Ciudad Vieja, no me dolían tanto… han de tener alzhéimer, qué sé yo!



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