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No se puede con la luz



Comencé el 2019 acostándome tarde y levantándome cerca del mediodía, algo inusual en mis días. Como a las 20.30 del 31 se cortó la luz y no volvió hasta pasadas las 12 de hoy, 1ero. de enero; para los supersticiosos, terminar un año y empezar el siguiente sin luz debe ser una mala señal. Lo cierto es que, luego del impacto inesperado de la oscuridad y el agotamiento total de la batería del teléfono celular, me resigné y para mi asombro –¡vaya sorpresa!- pude seguir viviendo y respirando a la luz de las velas.

Momentos antes de quedarme sin energía en mi celular, había yo enviado varios mensajes y saludos a familia y amigos comentando la situación. No faltaron los comentarios aludiendo a la falta de pago de la factura o de los otros, en solidaridad por nuestro oscuro Presente. Y en ese proceso de espera y de incertidumbre, los que estábamos ya en preparativos para la última cena del año, logramos sin mucho esfuerzo adaptarnos a lo que estaba pasando. No hubo frustraciones, ni malos humores, ni mucho menos un cambio de planes para lo que ya estaba decidido.

El reloj continuó su viaje hacia el cambio del calendario y nosotros permanecimos juntos  todo el tiempo. Salimos a ver los fuegos artificiales y a la hora 00.00 nos saludamos y nos abrazamos en el frente de la casa, mirando el cielo iluminado de varios colores. Vinieron algunos vecinos y otras personas que andaban en la cuadra a saludarnos y nadie pensó en que no había vuelto la luz.

Entonces me acordé de aquella persona, que un rato antes me había devuelto el saludo de fin de año, diciéndome entre otras palabras, “…nosotros tenemos la luz (…) que el próximo año nos vuelva a encontrar juntos…”, algo que ya estaba sucediendo.


La luz, esa que llevamos dentro, es muy difícil de apagar precisamente por el hecho de andar juntos; nuestros vínculos y la relación que tengamos con los demás determinan la intensidad que nos ilumina.

Dios no tuvo más pretexto que la relación para la Creación, hay armonía en toda su obra y formamos parte de ella, porque somos nosotros la luz que Él enciende todos los días de nuestra vida.

Iban veinte minutos del nuevo año cuando volvió la energía eléctrica y lo único que cambió fue el almanaque y el contador de luz que siguió facturando.

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