la mirada de Dios ante el consumo adictivo(4) En algún rincón escondido, el alma atesora los momentos aquellos que significan alegrías y felicidades, como archivos siempre dispuestos a salir a escena. En tiempos de compartir, los libera para nuestro gozo alimentando sutilmente también, nuestra porfiada egolatria . Entonces, llega el día donde contamos esas historias cuando fuimos los protagonistas de finales felices; donde hubieron excesos que dejamos entrever como hábitos naturales de nuestro pasado y que hoy, estando en un proceso de recuperación espiritual, los escondemos como si nunca hubiesen existido. Quién, por ejemplo, no reveló alguna aventura fantástica, exitosa y sorprendente, como si fuera la más grande experiencia vivida; así después, con su ego exacerbado, disfrutar de la admiración y de los halagos de aquellos que terminaron aplaudiendo un pequeño pasaje de vida, de la que solo quedaron los recuerdos selectivos de un ser humano insatisfecho. De hi
entre el adoquín y el asfalto andan los pasos que se esconden del tiempo, igual que las palabras escritas que ya no mueren y que sobreviven al olvido de la memoria