Entre lo almático y lo espiritual, existe un tiempo a descifrar. Todo depende de cuándo este comience a manifestarse en la vida del ser humano.
Un factor a tener en cuenta, es la manera o la forma de llegada a ese momento; se liga generalmente a situaciones límites que obliguen a cambios radicales, mediante decisiones que nunca habíamos pensado tomar. Tiempo de espera, es la denominación más justa que se me ocurre ahora, precisamente porque es allí mismo donde hay que detenerse para volver a pensar.
Cuantas veces nos encontramos en situaciones apremiantes, donde no logramos encontrar una salida; resolver ante la adversidad, es un ejercicio que requiere de mucha paciencia y claridad. Todo esto mediante decisiones que nacen desde nuestra razón, desde una forma establecida en el pensamiento que nos lleva a determinaciones lógicas, creíbles y realizables; elementos y valores que nacen y que crecen desde nuestra propia alma.
¿Pero qué nos pasa cuando esta rutina se repite una y otra vez en cada momento difícil? ¿Qué sucede cuando tomamos las mismas herramientas para arreglar lo que ya se ha dañado más de una vez?
Es como acostumbrarnos a las soluciones conocidas y aprendidas, como quien se acostumbra a la Aspirina ante el dolor de cabeza; resuelvo la aflicción del momento pero sin profundizar y resolver desde la raíz.
Es entonces, desde ese Tiempo de espera, donde debemos plantearnos un cambio más profundo, desde el mismo pensamiento; sin pensarnos infieles a una forma de vida que teníamos como absoluta y que ahora necesitamos quitarla, para dar lugar a nuevas opciones. No es fácil tomar la decisión, pues hay que empezar a desandar mucho de lo andado y tomar el riesgo de aquello que aún no sabemos, pero que hay que comenzar a descubrir. Lo que sigue, serán Presentes a contar en su momento.
Un factor a tener en cuenta, es la manera o la forma de llegada a ese momento; se liga generalmente a situaciones límites que obliguen a cambios radicales, mediante decisiones que nunca habíamos pensado tomar. Tiempo de espera, es la denominación más justa que se me ocurre ahora, precisamente porque es allí mismo donde hay que detenerse para volver a pensar.
Cuantas veces nos encontramos en situaciones apremiantes, donde no logramos encontrar una salida; resolver ante la adversidad, es un ejercicio que requiere de mucha paciencia y claridad. Todo esto mediante decisiones que nacen desde nuestra razón, desde una forma establecida en el pensamiento que nos lleva a determinaciones lógicas, creíbles y realizables; elementos y valores que nacen y que crecen desde nuestra propia alma.
¿Pero qué nos pasa cuando esta rutina se repite una y otra vez en cada momento difícil? ¿Qué sucede cuando tomamos las mismas herramientas para arreglar lo que ya se ha dañado más de una vez?
Es como acostumbrarnos a las soluciones conocidas y aprendidas, como quien se acostumbra a la Aspirina ante el dolor de cabeza; resuelvo la aflicción del momento pero sin profundizar y resolver desde la raíz.
Es entonces, desde ese Tiempo de espera, donde debemos plantearnos un cambio más profundo, desde el mismo pensamiento; sin pensarnos infieles a una forma de vida que teníamos como absoluta y que ahora necesitamos quitarla, para dar lugar a nuevas opciones. No es fácil tomar la decisión, pues hay que empezar a desandar mucho de lo andado y tomar el riesgo de aquello que aún no sabemos, pero que hay que comenzar a descubrir. Lo que sigue, serán Presentes a contar en su momento.
Comentarios
Publicar un comentario