“…hambre de abrazos…” citó la docente en la clase-reunión por Zoom.
La necesidad del reencuentro por medio del contacto físico viene sumando ansiedades. Es como un saludo a medias, casi frustrado, cuando nos encontramos con alguien muy cercano a nuestros afectos y en esa carrera hacia el saludo fraterno, nos tenemos que conformar con un choque de puños o de brazo.. o tal vez, un simple ‘hola’, según la exigencia personal del cuidado.
Es imposible pensarnos y/o repensarnos sin un abrazo o un beso; somos sujetos en permanente relación y eso implica estar cerca y no hacernos a un lado. ¡Cuánto cuesta esta nueva realidad!
Desde la lectura psicosocial, se habla de que esta situación nos hace estar en movimiento, que nos lleva a determinados nuevos hábitos que hablan de nuestra capacidad o no, de readaptarnos. Dice también de la resiliencia, de una deconstrucción y de un nuevo aprendizaje; de los nuevos modelos que emergen de la transformación, consecuencia del abordaje a los conflictos que nos atraviesan el día a día.
En definitiva, este tiempo que nos propone nuevos andares, rompe con los saberes aprendidos y los modifica; con la tan hoy mencionada ‘zona de confort’ y con el dos más dos de la cotidianeidad, que ya no volverá a sumar cuatro.
El brazo del abrazo, hoy solo guarda algunas toses cuando articula y se repliega agazapado, esperanzado en una posible distracción desde las emociones, que lo levanten otra vez hacia un próximo reencuentro, sin culpas y sin barbijo.
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