Nuestra vida cotidiana como sociedad viene mutando a pasos agigantados, en cuanto a enfermedades. Esta pandemia que nos ha tomado de rehenes, nos detiene para que de manera muy urgente, nos replanteemos el día a día. El covid-19 nos afectó desde varios flancos, al punto de tenernos en jaque permanente, mientras las estrategias se agotan al igual que la voluntad. En resumen, venimos desgastados con tanto protocolo que nos confronta cotidianamente el querer hacer. Desde la adaptación a esta realidad, se pone a prueba nuestra sabiduría; las emociones y las ansiedades desbordan la calma y el sentido común, muchas veces. Por ende, surgen decisiones tomadas desde un pensamiento vulnerable a las circunstancias, sin tener en cuenta lo saludable de la problematización. Desde ahí, señorea el ya potenciado desorden que no para de señalar nuestras debilidades. El gran escenario viene en proceso acelerado de transformación, desde donde emergen indefinidos, otras formas y otros colores, prof
entre el adoquín y el asfalto andan los pasos que se esconden del tiempo, igual que las palabras escritas que ya no mueren y que sobreviven al olvido de la memoria