En una de sus tantas vueltas infinitas, el viejo transeúnte detiene los pasos y todo lo transcurrido gira a su alrededor. La memoria, vestida con sus mejores trapos, ofrece las imágenes apiladas sin fecha de vencimiento, desde las eternas galerías del tiempo y desde los rincones más alejados de este Presente. Entonces elige una, la que siempre lo llama y la que más añora; esa que lo vio pasar una y otra vez cargado de sueños partidos a la mitad; aquella, que aún guarda la promesa de una vuelta más. "...un día nos encontraremos en otro Carnaval, tendremos suerte si aprendemos que no hay ningún rincón, que no hay ningún atracadero que pueda disolver en su escondite lo que fuimos, el tiempo está después..." (Fernando Cabrera)
entre el adoquín y el asfalto andan los pasos que se esconden del tiempo, igual que las palabras escritas que ya no mueren y que sobreviven al olvido de la memoria